El intrigante conde de Esmond es de ese tipo de hombre por el que las mujeres se desvanecen y los hombres resoplan disgustados. Él está más que acostumbrado a este tipo de reacciones y explota sus múltiples encantos de forma brillante. Pero su carisma no hace mella alguna en Leila Beaumont, dueña de una mirada tan cautivadora como peligrosa y esposa del traidor corrupto que el atractivo conde tiene que meter entre rejas. Cuando, sorpresiva e inconvenientemente, éste aparece muerto, todos los esfuerzos de Esmond se centrarán en alejar a Leila de toda sospecha.
Y seguimos para bingo (o sea, leyendo para por fin llegar a Abandonada a tus caricias) con la segunda entrega de la serie Canallas, Cautivos de la noche (la primera novela es El encanto de un bribón).
Si tuviera que deciros algo ahora mismo sobre esta novela es que me ha parecido mñe tirando a muy mñe. Es decir, que se me ha hecho en determinados momentos pesada y ya la leía un poco en plan "y a mí qué me estás contando".
Comenzamos la historia con Leila Bridgeburton, una adolescente que presencia escondida el inicio de una conversación entre su padre y tres personas de extraño acento, una de ellas Ismal Devina. [Si habéis leído El encanto de un bribón, ya sabéis exactamente quién es. Si no, os diremos que es un albanés rubio de ojazos azules, mirada hipnótica y grandes habilidades. Y no las usa precisamente para realizar buenas obras...] El caso es que Leila intuye que de esa conversación no va a salir nada bueno y se esconde en su habitación. Horas después, despierta en un carruaje con un atractivo hombre, Francis Beaumont, que le informa de que conocía a su padre y que éste ha fallecido, pero que no se preocupe, que va a cuidar de ella y se la va a llevar a París.
¿Ein? |
Chribitas que empiezan abajo y salen por los ojos |
Ese pelo rubio y esos ojos azules la dejan patitiesa y también a nosotras, que enseguida sabemos quién es. ¿Pero qué haces ahí, loco? Además, no tiene ningún problema en coquetear con ella incluso delante de su marido, lo que hace que Leila
SOCORROOOOOOO |
Efectivamente, el lío padre. Qué jaleo de trama, queridas lectoras, en ocasiones ya no sabía ni de qué personaje estaban hablando, directamente. Por favor no me pidáis que os haga un resumen porque puedo morir en el intento.
Esta novela parte con un lastre desde el principio: es difícil tomarle cariño a un personaje como Ismal, que en El encanto de un bribón es el antagonista. Sé que hay muchas lectoras que no han podido hacerlo y eso sin duda marca toda lectura. A mí no me ha pasado porque era un personaje que me intrigaba mucho y Loretta Chase ya se molesta en explicarnos cómo ha sido su proceso de conversión y por qué ha cambiado tanto, pero es cierto que te sientes algo fría y distante con este personaje. El resto de personajes son mucho menos atrayentes que Ismal, incluída Leila. Es una mujer fuerte e inteligente pero no te llegas a poner en su piel, todo el enamoramiento parece muy forzado y extraño.
Pero el principal problema de esta novela no es el carácter de los personajes sino su trama, liosa y rocambolesca como ella sola. A ver, tenemos la historia de amor entre el conde y Leila, la personal de Ismal (que se relaciona con el libro anterior, con lo que esa trama también se menciona), la de Leila (la de su padre y la suya propia con su marido) y la del asesinato de Francis, todo ello aderezado con las situaciones personales de un par de personajes secundarios. Así, con tanto jaleo, la trama amorosa se dilata demasiado en un intento fallido de mantener la tensión de la novela. ¡Y eso no, hija, no!
Me... encuentro... un... poco... maaaaaaaaaaaaaaaaaal... |
Sabéis que agradezco mucho una novela romántica que no sea "te toco la mano, me pongo a cien, te
No puedo restarle a Loretta Chase su mérito. La novela está bien escrita, no es rancia y está llena de diálogos inteligentes, de momento es este aspecto Loretta Chase me gusta bastante (no es Laura Kinsale, eh). Pero, a pesar de sus múltiples intentos, no he logrado conectar con ella.
Así, a Cautivos de la noche le damos en nuestro Gandymetro...
No me has despertado los fuegos internos |