Isabella Whitaker, condesa de Kylemore, ha jurado proteger a su familia a cualquier precio, una promesa hecha a su moribundo abuelo, el duque de Badersfield. Pero su destino da un giro inesperado cuando se cruza con Caleb Walpole, un hombre hecho a sí mismo, despreciado por la alta sociedad, y conocido por su salvaje reputación.
Acuciada por los problemas, Isabella está dispuesta a sacrificarlo todo, incluso a entregarse a Caleb, a pesar de su oscuro pasado.
Rodeados de verdades a medias y de una pasión imposible entre dos personas que se detestan, Caleb e Isabella lucharán contra las barreras sociales y sus propios impulsos. ¿Podrán anteponer sus intereses a su deseo?
Pues sí, como dije en la reseña de Irresistible,
iba a continuar con la serie, pero ya me lo estoy pensando. Este
autor te pone unas tramas que parecen una cosa y después no cuajan como
una espera. En este caso, otra vez mucho enemies to lovers que
se queda de nuevo en agua de borrajas, un quiero y no puedo. Si me
puse a leer esta segunda entrega es porque el protagonista no es un lord,
sino uno de esos hombres de origen incierto, hechos a sí mismos y que
pasan de los aristócratas. ¡Que me den a mí un Derek Craven o un Zachary
Bronson, que mis enaguas y yo somos suyas!
Pues toma hostia |
CHASCO GORDO. Caleb podría haber sido un fantástico maromo (su retrato en la portada es lo mejor del libro con diferencia) y no lo
es por culpa del autor, que no desarrolla bien a sus protagonistas si lo
matan. Lo siento, pero a mí no me convence la manera de crear a sus
personajes (masculinos y femeninos), me da la sensación de que llegamos
como a medio y ya tuviéramos que conocerlos o algo así. En el caso de
Caleb Walpole, el potencial era grande y al principio estaba yo tan
a gusto pensando en los grandes ratos que iba a pasar.
Soñaré con Derek Craven |
La fórmula de la pareja que se odia pero está destinada a acabar junta se
plantea aquí de otra forma, pero sigue sin funcionar del todo. En
este caso, Isabella Whitaker, la segunda de tres hermanos y única mujer,
promete a su abuelo en el lecho de muerte mantener el ruinoso patrimonio
de la familia unido. Por ello, mientras su hermano mayor tiene otros
planes para ella (casarla con un viejales odioso), Isabella decide
proponer un matrimonio de conveniencia a un rico podrido pero de baja
estofa. Con esta transacción uno gana el título nobiliario y la otra el
dinero que no tiene para sacar a la familia de la bancarrota. Suena bien,
¿no? Pues está fatal planteado. Lo primero de todo es que el autor
se saca de la manga que ella tenga noticias de Caleb Wilpole. No lo vemos
antes, no coinciden en ningún sitio previamente. Es como si de pronto le
viniera a la cabeza ese señor, pregunte un poco qué tal es (supuestamente
un depravado, libertino y blablabá, cosa que para nada se ve en el libro)
y se plante en su casa a hacer el negocio con un tipo al que, de entrada,
detesta porque no es un caballero. PERO VAMOS A VER, eso no se le ocurre
ni al que asó la manteca.
Una vez que conocemos a Caleb,
nos intentan dejar con la intriga de que él la conocía de antes pero
ella no lo ha reconocido en su encuentro y muajajaja, se va a enterar de quién soy yo cuando ella
y todo su patrimonio sean míos. Ooootra cosa mal llevada, las razones del
comportamiento de él con respecto a ella son la pollada más grande que he
leído en tiempo. A todo esto, ¿qué pijo edad tiene este tío? Hay un
diálogo en el que Isabella da a entender que tienen la misma y al
principio se dice que ella tiene dieciocho años ("una edad avanzada para una mujer casadera", ¿PERO QUÉ COÑIO? Es que me indigno). ¿Me tengo que creer que Caleb no
ha cumplido ni los veinte, ha hecho un fortunón y es un tiazo?
Como veis,
el problema con este escritor es que parece que va con prisas y no se
da cuenta de que hay cosas que son incongruentes y les falta mucho
trabajo detrás. Como saca libros como churros (no es casualidad que fuera el primer
editor de la ínclita MM, otra que los pare cada tres meses), sus
argumentos van a toda pastilla, las relaciones no evolucionan de forma
lógica y pasan del verse y follarse vivos pero no
hablarse mientras están de trocotró (literalmente: aquí trincan sin hablar
para no insultarse) y luego a cara de perro tol día. Mira, de verdad...
Me da mucha pena, porque
José de la Rosa no tiene malas ideas ni escribe mal, se nota el
oficio, pero me da que no reposa bien sus historias para hacer más
creíble el desarrollo tanto del argumento como de los personajes. A
Isabella dan ganas de darle por todos lados, se pasa el libro tomando unas
decisiones que madre mía; Caleb es mejor, pero como he dicho está muy
desaprovechado. Toda la trama creo que lo está,
podría haber hecho el enemies to lovers con más tensión
sexual y no con acostarse y darle al tema por la noche y no mirarse por el día,
porque eso no me lo trago. O algo más de humor, como me pareció ver en
cierta socarronería de Caleb que después desaparece y nunca más se supo de
ella.
Y ahora toca abrir el melón de
la ortografía y la falta de corrección. Soy de las que opina que un
escritor no puede tener faltas. A mí me saca de la novela ver cosas como
la siguiente (y no es la única):
Vale, no me tiréis piedras aún. Se pueden tener buenas ideas y no
controlar del todo la ortografía, admito barco como animal acuático. ¿Pero
de verdad no tienes alguien de confianza que lea tus textos y te corrija?
Es que no me cabe en la cabeza. José de la Rosa
peca de esto y también de erratas. Ya me quejé de esto cuando leí
Bajo el Puente de los Vientos, que encima fue finalista del Premio
Amazon (que no es el Nadal, pero ya podrían darle un revise a lo que
publican).
Por todo esto, se lleva en nuestro Gandymetro...
¡Madre mía! Como dices, la portada es 😍 Vaaaaya bombón 😅
ResponderEliminarNo tengo ningún libro de este autor 🤔
Dice el autor que ya lo tenía en su mente cuando, de pronto, vio a Can Yaman en la tele y pensó que era igual que el personaje de su imaginación. Pero me quedo con el dibujo de la portada 😂😂😂
EliminarNo, no, no. La ortografía y la gramática no son negociables en un escritor profesional. Es su instrumento de trabajo. Me sangran los ojos cuando leo cosas así. Así que no, no te tiro piedras, al contrario, te alabo porque esto hay que decirlo.
ResponderEliminarNo soporto que le escupan a la cara a Cervantes. Me cabreo mucho, porque se ciscan en algo que forma parte de mi identidad y de mi patrimonio: mi lengua materna.
Solo por eso, que le den.
P.D.: Al escritor, si tiene buenas ideas y planteamientos, igual le hacen falta menos «amiguis y fanes» y más editores profesionales.
Una compañera de trabajo dice que quien no respeta la ortografía no respeta nada. Y estoy de acuerdo. En un escritor es algo todavía peor y es cierto lo que dices en tu postdata: alguien de su entorno que le diga ya que no puede publicar sin revisar y se busque un editor. Se autopublica, vale, pero no me creo que nadie lea sus textos antes y le diga algo. O es posible que sí y no sepan de ortografía y gramática, sólo dar coba 😂 Ya te anuncio que el siguiente es ya una cosa... Gracias por pasar y comentar 😃
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