martes, 29 de marzo de 2022

The Prince of Broadway (Uptown Girls 2), Joanna Shupe

[Libro no publicado en español]
Como propietario del casino más exclusivo de la ciudad, Clayton Madden tiene las fortunas de las familias más prominentes en sus manos cada noche. Hay una familia en concreto que ansía arruinar y que, sin embargo, ha escapado... hasta ahora.
Florence Greene no es tonta. Sabe que Clayton Madden la usa para arruinar a su familia pero ella también lo está usando a él. Tiene intención de aprender todo lo que pueda del misterioso propietario del casino y luego abrir ella uno solo para mujeres.
Con la venganza en mente, Clay accede a ser el mentor de Florence. Sin embargo, pronto Florence se descubre como una alumna más avanzada (y atrayente) de lo que Clay imaginaba. Cuando sus planes de venganza se ve amenazados, Clay debe decidir si está dispuesto a apostar todo su imperio al amor.  
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En este año aciago que estoy llevando, una de las pocas alegrías lectoras que estoy teniendo me la están dando las relecturas. Releí justo antes de The Prince of Broadway uno de mis favoritísimos, Sueño contigo de Lisa Kleypas (que, si no lo habéis leído, os recomiendo encarecidamente que lo hagáis). Con la felicidad que me proporcionó reencontrarme con esa historia cogí este libro de Joanna Shupe y, vaya por Dior, me encontré con un protagonista que parece un calco de Derek Craven. Y, ay amigas, cuando te encuentras con una copia de algo sublime e inimitable...

A mejor no vamos a ir

No digo yo que la autora haya tenido intención de inspirarse en Craven, ¡anda que no habrá dueños de casinos surgidos de la miseria que se han hecho a sí mismos! Pero las comparaciones son odiosas e inevitables y, antes de comentaros este libro, os aconsejo que no lo leáis teniendo Sueño contigo reciente porque os van a saltar las similitudes a la cara y eso puede estropear vuestra lectura. Yo intenté que no me afectara pero tampoco es que Joanna Shupe nos haya brindado una historia que atrapara de tal modo que nos haga olvidar a Derek (es imposible, lo sé). Y eso que llegas a este libro con ganas, porque en el anterior nos quedamos con la mosca detrás de la oreja con el misterioso acuerdo al que llegaron Clayton Madden y Florence Greene. En este libro hacemos un salto en el tiempo que ni en Outlander y regresamos al pasado, donde, de modo paralelo a la historia entre Frank y Marnie, se empieza a desarrollar la de Clay y Florence. Marnie y Florence eran asiduas a un casino, para desesperación de Frank y curiosidad del dueño del local, Clay, ya que no era este un local para mujeres. ¿Por qué van allí? Pues porque son unas rebeldes y blabla, pero Florence tiene, además, otro motivo: quiere montar un casino solo para mujeres

Espera que le busco el sentido

¡Con la de guarrerismos que ocurren cuando juegas a las siete y media con maromos! En fin, que las mujeres no pueden pasar a los casinos y por eso quiere montar uno, que ellas también quieren disfrutar. Pero Florence no tiene ni idea de cómo llevar ese negocio, así que decide pedirle a Clay que le enseñe todos los secretos de su oficio. Y tú y yo sabemos que Clay le va a acabar enseñando hasta tó lo negro.

Clay enseñando a Florence sus habilidades

Y para negra, su alma, tal y como nos repite mil veces. Clay era paupérrimo y lo pasó fatal de pequeño, sobre todo cuando sus padres malvendieron su casa engañados y eso los dejó mucho peor de lo que estaban. Clay juró acabar siendo más rico que Craso y vengarse del responsable de la desdicha de su familia, y Florence le pone en bandeja dicha venganza, ya que el hombre al que odia desde hace tantos años no es ni más ni menos que el padre de la muchacha. Y no es que os esté destripando el libro porque el odio de Clay hacia el padre de Florence y las ganas del maromo de trincarse a la moza no se le ocultan a la protagonista en ningún momento.

Hasta luego el misterio

Eso de dejar todo a las claras desde un principio es un movimiento de lo más arriesgado, ya que le quita mucha tensión a la novela, pero también nos evita tener que ir sufriendo porque nosotras sepamos y Florence, no. Lo que pasa es que, como casi todo en esta novela, me ha parecido mal llevado, no queda nada que te incite a seguir leyendo esperando ansiosa el apocalipsis final. Al saber todo (o casi todo) lo que hay, nos dedicamos casi a ver las horas pasar, viendo cómo Clay le enseña cosas (de toda índole 😏) a Florence y ambos se van quedando colgados el uno del otro. Pero esa evolución que tenemos que ver en unos personajes tan distintos que se van enamorando yo no la he notado. No me he logrado enganchar a la lectura por mucho que lo he intentado, los personajes han resultado excesivamente planos y algo tontones, y el único personaje más interesante, el del padre de Florence, en lugar de tener una personalidad con muchos matices, parece sufrir bipolaridad. Lo único que he disfrutado ha sido una secuencia guarreril tremendamente hot que hace que le suba un Gandy, pero el resto no es nada memorable y sí bastante simplón. Los protagonistas son muy superficiales y, sinceramente, de Clay esperaba algo más, no un hombre tan cerrado de mollera que solo parece cambiar cuando no le queda más remedio peor no por convicción personal. Además, Florence, para todo lo echada para delante que es, parece un pasmarote a merced de lo que decidan Clay o su padre. La autora parece estar todo el rato remarcándote un modo de ser de los protagonistas que tú no ves por ningún sitio y me ha costado la vida leerlo porque no he encontrado ningún incentivo, tampoco en el modo en el que está escrito. En fin, que ha sido un libro decepcionante que casi olvidas cuando lo terminas de leer.

Por todo esto, se lleva en nuestro Gandymetro...

Clay, yo no te echo ni un cinquillo

martes, 1 de marzo de 2022

La escala (Miles High Club 1), T.L. Swan


El champán y el servicio fueron impecables. Y el hombre de ojos azules sentado a mi lado fue incluso mejor. Íbamos a Nueva York e hicimos escala en Boston. Disfrutamos de una noche de pasión y nos despedimos para siempre. De eso hace un año. Así que imaginad mi cara al verlo en la oficina en mi primer día de trabajo. Pero, por mucho que lo desee, estoy decidida a no dejarme tentar por los malditos ojos azules de mi jefe.
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Me podríais decir ahora mismo eso de "Manolete, si no sabes torear, ¿pa' qué te metes?" y me lo tendría que comer con patatas porque tendríais toda la razón. Esta clase de portadas suelen encerrar libros de maromos dominantes que no me ponen palote sino de mala leche, por lo que me alejo convenientemente de ellas. Pero entre ver esta serie por todos lados y las buenas opiniones que he cazado de refilón sobre el segundo de la serie me piqué lo suficiente como para ponerme a leer el primero (ya sabéis mi ñiñismo de leer las series en orden). Que este libro estuviera en Kindle Unlimited (en inglés) tampoco vino mal, ya que así me dolía menos el bolsillo si la historia me parecía una castaña. Y bien pilonga que me ha salido, que me llego a gastar el dinero en este libro y le prendo fuego hasta el Kindelito.

Respétame, que te he dado más gusto
que el Satisfayer

Pues no será con este libro, querido dispositivo. Puede que influyera en mi mala opinión que este año no estoy leyendo en las mejores condiciones y no soy capaz de enganchar un buen ritmo de lectura ni de rebote, pero también es verdad que este libro no me lo ha puesto nada fácil: tiene uno de los maromos más tontos del culo que he conocido últimamente, una protagonista blandurria y sin personalidad, y está escrito de un modo atropellado y nada pulido. Podrías pensar que solo hay que pulirlo para que salga el diamante pero te digo yo que lo que sale es un cardo borriquero de nombre Jameson Miles. A ver, la cosa empieza bien, tengo que reconocerlo. Emily Foster se sube a un avión y acaba compartiendo vuelo con un buenorro con el que, tras una escala forzosa, acaba compartiendo sudores y metesaquismos. Tú, experimentada lectora, ya habrás hecho los logaritmos penerianos neperianos correspondientes y sabrás quién es ese hombreeeeee pero Emily no lo supo ni en ese momento ni en los doce meses posteriores, en los que no volvió a saber de él. ¿Cuándo se entera? Pues cuando empieza en su nuevo trabajo y descubre que su follardín volador es su nuevo jefe, Jameson Miles. Esto es más viejo que el hilo negro pero siempre funciona, al menos conmigo, así que leí con ganas. Pero con las ganas me quedé ya que lo que viene después son unas constantes idas y venidas de una pareja ciclotímica (básicamente por culpa de Jameson) que se pasan la vida discutiendo por mierdas sin importancia, enfurruñándose mucho para luego reconciliarse de modo fogoso (que hay tantas reconciliaciones fogosas que te acaba pareciendo más erótico pensar en qué vas a hacer de comida mañana) y en general comportándose como *utos críos. Tras el reencuentro, Jameson y su enorme boa (que te quede claro que la tiene como el obelisco de la Plaza de la Concordia, que para eso te lo repiten hasta la saciedad) tardan cero coma en hacer sus avances guarreriles hacia Emily, que se resiste pero poco, ya que se chorrea entera por él. Sí, le molesta que Jameson le ordene cosas en su vida diaria pero, bueno, le percuten a una los bajos y se pasa pronto la molestia.

El cerebro de Emily tras el percutimiento de Jameson

Y así todo el rato. A mí, lectoramente hablando, me puede poner muy perraca un dominante en el guarrerismo pero no me pone nada uno que sea ordeno y mando en el día a día. Jameson no solo es que sea dominante sino que además es ridículo, creo que lo han llenado tanto de clichés que a mí me cabrea en lugar de provocarme la risa (si es que la escritora quiere eso, que no lo sé). No tiene hueco en su vida para el amor porque los CEO no lo tienen, lo llevan en el ADN; le arrea al whiskazo a la hora del desayuno porque la vida de CEO es complicadísima y no se sobrelleva si no empinas el codo en cualquier momento; se preocupa tanto por la seguridad de su churri que ni comida a domicilio le pueden llevar... Mira, de verdad, qué insoportable de hombre. Además, en ningún momento se redime, lo poco que hace es forzado por miedo a perder a la churri.

Desde el fondo de mi corazón te lo deseo, Jameson

Como veis, Jameson ha sido mi gran problema, lo que es bastante grave teniendo en cuenta que a mí me mueven más los bajos los maromos que las mozas en los libros. Pero Emily tampoco se libra. Es una de esas protagonistas que van de fuertes pero que no lo es ni por asomo. Le perdona a Jameson toda la mierda que este le tira encima y cede a las primeras de cambio ante una reconquista que es una técnica aprendida en primero de stalkerismo. Supongo que, como desde un principio Jameson y sus mañas me repelieron, ya no fui capaz de entrar en el libro y me molestaba hasta el aire que respiraban. En serio, no salvo nada. Bueeeeeeeeno, sí salvo algo, mejor dicho, a alguien, a Tristan Miles, hermano de Jameson que espero que compartan apellido y no genes tontucios, porque aquí no puede ser más opuesto a su hermano y, por lo tanto para mí, más maravilloso. Espero que este hombre tenga un buen libro porque es divertido, razonable, majo... Por él y solo por él seguí leyendo (y seguiré la serie), porque ni el intento de darle más chicha a este libro sirve para enderezarlo. Resulta que para que no pensemos que esto es solo el camino de un egocéntrico dominante hacia su supuesta redención, la escritora mete una trama de intriga laboral que tiene menos enjundia que los libros de Teo. ¡Pero si hasta parece olvidarse de ella! Es una cosa accesoria y tan mal resuelta que hasta da vergüenza ajena. Así que cuando llega el apocalipsis kleypasiano (esto es, ese momento del libro en el que se va todo a tomar por Cullen para encarar la resolución final) tenemos algo churresco que no hay por dónde cogerlo. Incluso salen cosas a relucir que no sospechabas, más que nada porque la escritora no ha dado ningún indicio previo y parece meterlas ahí de buenas a primeras. La verdad es que en general me parece un libro al que le faltan un par de vueltas (o más) pero reconozco que no me ha interesado una mierda y que Jameson me ha cabreado, así que, salvo por Tristan, lo único que me ha aportado esta escala es perder el tiempo.

Por todo esto, se lleva en nuestro Gandymetro...

Jamesón*, pa ti un mojón
*Tilde añadida por cuestiones de rima haggardiana