Como propietario del casino más exclusivo de la ciudad, Clayton Madden tiene las fortunas de las familias más prominentes en sus manos cada noche. Hay una familia en concreto que ansía arruinar y que, sin embargo, ha escapado... hasta ahora.Florence Greene no es tonta. Sabe que Clayton Madden la usa para arruinar a su familia pero ella también lo está usando a él. Tiene intención de aprender todo lo que pueda del misterioso propietario del casino y luego abrir ella uno solo para mujeres.Con la venganza en mente, Clay accede a ser el mentor de Florence. Sin embargo, pronto Florence se descubre como una alumna más avanzada (y atrayente) de lo que Clay imaginaba. Cuando sus planes de venganza se ve amenazados, Clay debe decidir si está dispuesto a apostar todo su imperio al amor.
En este año aciago que estoy llevando,
una de las pocas alegrías lectoras que estoy teniendo me la están dando
las relecturas. Releí justo antes de The Prince of Broadway uno de mis
favoritísimos,
Sueño contigo
de Lisa Kleypas (que, si no lo habéis leído, os recomiendo encarecidamente
que lo hagáis). Con la felicidad que me proporcionó reencontrarme con esa
historia cogí este libro de Joanna Shupe y, vaya por Dior,
me encontré con un protagonista que parece un calco de Derek Craven. Y, ay amigas, cuando te encuentras con una copia de algo sublime e inimitable...
A mejor no vamos a ir |
No digo yo que la autora haya tenido intención de inspirarse en
Craven, ¡anda que no habrá dueños de casinos surgidos de la miseria que se han
hecho a sí mismos! Pero las comparaciones son odiosas e inevitables y,
antes de comentaros este libro, os aconsejo que
no lo leáis teniendo Sueño contigo reciente porque os van a
saltar las similitudes a la cara y eso puede estropear vuestra lectura. Yo
intenté que no me afectara pero
tampoco es que Joanna Shupe nos haya brindado una historia que
atrapara
de tal modo que nos haga olvidar a Derek (es imposible, lo sé). Y eso que
llegas a este libro con ganas, porque
en el anterior
nos quedamos con la mosca detrás de la oreja con el misterioso acuerdo al
que llegaron Clayton Madden y Florence Greene. En este libro
hacemos un salto en el tiempo que ni en Outlander y
regresamos al pasado, donde, de modo paralelo a la historia entre
Frank y Marnie, se empieza a desarrollar la de Clay y Florence. Marnie y
Florence eran asiduas a un casino, para desesperación de Frank y
curiosidad del dueño del local, Clay, ya que no era este un local para
mujeres. ¿Por qué van allí? Pues porque son unas rebeldes y blabla, pero
Florence tiene, además, otro motivo:
quiere montar un casino solo para mujeres.
Espera que le busco el sentido |
¡Con la de guarrerismos que ocurren cuando juegas a las siete
y media con maromos! En fin, que las mujeres no pueden pasar a los casinos
y por eso quiere montar uno, que ellas también quieren disfrutar. Pero
Florence no tiene ni idea de cómo llevar ese negocio, así que
decide pedirle a Clay que le enseñe todos los secretos de su oficio. Y tú y yo sabemos que Clay le va a acabar enseñando hasta tó lo negro.
Clay enseñando a Florence sus habilidades |
Y para negra, su alma, tal y como nos repite mil veces.
Clay era paupérrimo y lo pasó fatal de pequeño, sobre todo cuando
sus padres malvendieron su casa engañados y eso los dejó mucho peor de lo
que estaban. Clay juró acabar siendo más rico que Craso y
vengarse del responsable de la desdicha de su familia, y Florence
le pone en bandeja dicha venganza, ya que el hombre al que odia desde hace
tantos años no es ni más ni menos que el padre de la muchacha. Y no
es que os esté destripando el libro porque el odio de Clay hacia el padre
de Florence y las ganas del maromo de trincarse a la moza
no se le ocultan a la protagonista en ningún momento.
Hasta luego el misterio |
Eso de dejar todo a las claras desde un principio es un movimiento de lo
más arriesgado, ya que le quita mucha tensión a la novela, pero
también nos evita tener que ir sufriendo porque nosotras sepamos y
Florence, no. Lo que pasa es que, como casi todo en esta novela, me ha
parecido mal llevado,
no queda nada que te incite a seguir leyendo esperando ansiosa
el apocalipsis final. Al saber todo (o casi todo) lo que hay, nos
dedicamos casi a ver las horas pasar, viendo cómo Clay le enseña cosas (de
toda índole 😏) a Florence y ambos se van quedando colgados el uno del
otro. Pero esa evolución que tenemos que ver en unos personajes tan
distintos que se van enamorando yo no la he notado.
No me he logrado enganchar a la lectura por mucho que lo he
intentado, los personajes han resultado excesivamente planos y algo tontones, y el
único personaje más interesante, el del padre de Florence, en lugar de
tener una personalidad con muchos matices, parece sufrir bipolaridad.
Lo único que he disfrutado ha sido una secuencia guarreril
tremendamente hot que hace que le suba un Gandy, pero el resto no es nada memorable y sí
bastante simplón. Los protagonistas son muy superficiales y,
sinceramente, de Clay esperaba algo más, no un hombre tan cerrado de
mollera que solo parece cambiar cuando no le queda más remedio peor no por
convicción personal. Además, Florence, para todo lo echada para delante
que es, parece un pasmarote a merced de lo que decidan Clay o su
padre. La autora parece estar todo el rato remarcándote un modo de ser de
los protagonistas que tú no ves por ningún sitio y
me ha costado la vida leerlo porque no he encontrado ningún
incentivo, tampoco en el modo en el que está escrito. En fin, que ha sido un
libro decepcionante
que casi olvidas cuando lo terminas de leer.
Por todo esto, se lleva en nuestro Gandymetro...