Hace dieciséis años el adolescente Will Sterling vio (o realmente escuchó) a la chica de sus sueños. De pie bajo el balcón de un bloque de apartamentos compartió un momento perfecto con una encantadora voz extraña. Es una memoria que nunca se ha borrado, aunque ha puesto casi todo su pasado tras él. Ahora, una inesperada herencia trae de vuelta a Will a ese mismo lugar, donde pretende quitarse de encima esa propiedad y volver a su vida habitual como doctor explotado. En lugar de eso se encuentra con una mujer dos balcones arriba que es extrañamente familiar...No importa cuánto sorprenda a Nora Clarke su propia reacción hacia el guapo y curioso Will o las conversaciones susurradas que comparten antes del amanecer, no dejará que los planes de Will le arruinen su peculiar y unido edificio. Atada por su lealtad a su adorada abuela, se propone frustrar los esfuerzos de Will con un sutil sabotaje. Pero tras la superficie de su enemistad hay una innegable conexión. Un balcón, una pareja desventurada, un encuentro fatídico. Tal vez sea la clase de historia que no puede salir bien. O, tal vez, es la perfecta segunda oportunidad...
Creo que os he dado bastante la turra con que Siempre fue Georgie ha sido una de mis mejores lecturas del año, que ojalá os encantara a todas y que, si no os gusta, a mí no me lo contéis 😆. No pude tener mejor debut con Kate Clayborn, vamos, así que rápidamente fui cazando otros libros suyos con los que deleitarme, algo que esperaba lograr leyendo Love at First. Spoiler: no ha sido así.
¡Diorcito, por qué me pasa eso, con lo maja que soy! |
Love at First (que se supone que es un retelling de Romeo y Julieta) tiene un aire lejano al libro de Georgie pero igual que lo puede tener el feo de los Calatrava con Tom Cruise, un aire bien lejano que ni te toca. Aquí tenemos a Will Sterling que, hace dieciséis años, en el jardín del bloque de pisos donde vivía su tío, se enamoró a primera vista de la imagen que se creó de una chica (esto parece algo loco pero tiene sentido). Ese día pudo ser el mejor de la vida de Will pero acabó siendo uno de los peores y el que marcó su cambio de carácter. Ahora, el tío de Will ha fallecido y le ha dejado su piso como herencia, algo que, si Will pudiera, envolvería en papel de estraza y mandaría en un cohete al Sol con nuestros petardos literarios más odiados. Pero una madrugada, en el balcón de ese odiado piso, descubre que tiene como vecina a una chica que le recuerda sospechosamente a aquella de la que se quedó pillado... Esa chica es Nora Clarke, que vive en el que fue el piso de su abuela, entre recuerdos y trastos de la anciana. Nora adora el piso, el bloque y a los vecinos, con los cuales tiene una relación que va más allá de prestarse la sal. Obviamente, cuando descubre a Will decide que va a adorar mucho más esta nuestra comunidad, ya que un médico buenorro y majísimo siempre es un gran incentivo para no salir de casa *guiño guiño codo codo*. ¿Problema? Pues que Will no quiere tener nada que ver con ese piso y piensa ponerlo en Airbnb.
Drama en el bloque |
¡Horror de los horrores! ¡Extraños que vienen a perturbar la armonía de nuestra convivencia! Desde ese momento, Nora empieza una campaña para convencer a Will de que no alquile el piso, enseñándole la cantidad de cosas que hacen (que ni un centro cívico, eh), mientras que va conociendo al muchacho y, oh, sorpresa, sintiendo cositas bajeriles por él. Will, por su parte, no cae en las trampas de Nora y del resto de vecinos pero a nadie le amarga un dulce y conocer al dulcecito de Nora es demasiado tentador para un hombre como él, que trabaja en lugar de mojar el churro. Total, que en esta mezcla entre Melrose Place y Aquí no hay quien viva rebozada en algodón de azúcar Nora y Will tendrán sus cositas guarreriles y sentimentales, teniendo cada uno que lidiar con sus taritas mentales, que no todo el monte es orgasmo y debemos tener conflicto que le dé chicha a esto. Y yo me preguntaba leyendo que por qué estos dos no podían estar juntos. Y yo también me respondía que porque no les salía del mismísimo papo.
Una palabra para definirlos a ambos |
Cuando no hay un impedimento externo tremendísimo, lo tiene que haber interno, ¿no? Pues aquí supuestamente hay impedimentos de las dos clases y a cual más tonto. ¿En un libro de contemporánea eres capaz de reconocer al amor de tu vida y no lanzarte a sus brazos forever porque perturba la cordialidad de tu bloque de pisos? Are you de coña, Mari Carmen?!??! ¿¡¿Y no te permites disfrutar del amor por si acaso te sale raruno como les salió a tus padres?!? ¿¿¿Me lo tengo que creer??? Supongo que, si entras en el juego, te comes lo que sea *ejem* pero yo estaba ya gritando a las paredes de mi casa lo idiotas que me parecían los dos. Kate Clayborn intenta llenar de encanto y cuquismo una historia ordinaria pero le sale el tiro por la culata, ya que lo único que yo veía era a dos adultos comportándose como dos críos y a un montón de personajes secundarios que no me importaban nada. Tampoco he visto nada de la mágica escritura de Kate Clayborn que me encandiló en Siempre fue Georgie, siendo sincera, tampoco creo que esto hubiera salvado lo tonto que me estaba pareciendo todo.
No ha sido una lectura horrible porque tiene cosas bonitas, cómo se conocen, cómo se perciben, cómo se trocotean (grrrrrrrrrr) pero el libro ha ido poco a poco bajando el nivel hasta un final que realmente me ha costado, por lo que se lleva en nuestro Gandymetro...