Augustus Everett es un aclamado autor de ficción. January Andrews es una escritora de best sellers de romántica. Cuando ella escribe un "felices para siempre", él mata a todos sus personajes. Son polos opuestos. De hecho, lo único que tienen en común es que, durante los próximos tres meses, van a vivir en unas casas de playa vecinas, destrozados y en pleno bloqueo literario.Hasta que, una tarde, una cosa lleva a la otra y llegan a un acuerdo para obligarse a salir de su estancamiento. Augustus pasará el verano escribiendo algo alegre y January escribirá la próxima gran novela americana. Ella le hará disfrutar de experiencias dignas de cualquier novela romántica de humor y él la llevará a entrevistar a los miembros supervivientes de una secta. Ambos terminarán sus libros y ninguno se enamorará. En serio.
Cuando leáis esta reseña, para muchas las vacaciones de verano serán algo
casi olvidado pero, a pesar del título y de la portada colorinchi, de
verdad creo que esta lectura es más apropiada para el otoño que para el
tiempo veraniego. ¿Por qué? Pues porque título, sinopsis y estética de la
portada te inducen a pensar que Beach Read va a ser una lectura de mono
con platillos, ligera, tontona y divertida. Y...
Te la han colado, Kim |
Vaya año llevo de lecturas, de verdad, la mayor parte han sido un chasco
tras otro (que una de las lecturas más entretenidas del año sea la de una
chica que pajea minotauros ya lo dice todo). Cogí Beach Read para
despejarme de dramones literarios y audiovisuales varios (si veis kdramas,
con que os diga que acababa de ver Moon Lovers ya os imagináis mis ganas
de tirarme por el balcón). En fin, que portadas colorinchis que prometen
tontismos a mí, ya me conocéis, pero, aunque no ha sido una mala lectura,
no he obtenido lo que pensaba que esta novela ofrecía. Como nadie tiene la
culpa de que yo me monte películas, intentaré no salpicar la reseña del
haterismo que me inunda cuando me siento engañada. La protagonista de
Beach Read, January Andrews, es una exitosa escritora de novela romántica
a la que el optimismo que le inundaba desde que era pequeña se le acaba
tras la muerte de su padre y la sorprendente noticia de que tenía una
amante. Si no fuera esto poca alegría, le cae encima la estupenda tarea de
deshacerse del nidito de amor de la pareja, una casa de playa en el lugar
de donde padre era oriundo. Para rematar la felicidad, cuando llega allí
descubre que su vecino es Augustus Everett, el famoso escritor de ficción
que, además, era su archienemigo en la universidad (bueno, cuando
estuvieron a punto de enrollarse en una fiesta tan enemigos no eran, pero
mejor no recordarlo). Total, que la vida ha pasado y cambiado a Gus y a
January, que siguen chocando en mil cosas, especialmente en el ámbito
literario, ya que Gus escribe un género importante y January esa cosa tan
sencilla que son historias de amor con final feliz. Como January está
hasta el xixi de ese menosprecio a su género y, además, es incapaz de
escribir una historia de amor con final feliz, Gus le propone un trato:
intercambiar los géneros literarios que escriben. January escribirá un
libro de ficción que no acabe bien y Gus escribirá una novela romántica
con final feliz. Obviamente, un escritor no puede cambiar de género como
cambio yo de muso maromial, así que Gus ayudará a January los viernes a
realizar investigaciones que le ayuden con su género y January dedicará
los sábados a buscar situacions románticas con las que Gus se pueda
inspirar. Pero todo por motivos literarios, eh, sin sentir calores en los
bajos...
January aireándose para no echar a arder |
Visto así, parece justo lo que yo creía, una cosa nadista para pasar el
rato, pero el libro es mucho más que eso, de hecho casi diría que la
historia de amor es algo secundario en el libro. Lo principal es el viaje
de January, el camino para reconocerse a sí misma en la situación en la
que está, para aceptar la vida con sus claroscuros y darle el valor
necesario a los pequeños momentos felices que tenemos a diario. Es un
viaje de reconocimiento y aceptación que, de paso, afecta también a Gus,
ya que no solo se va a llevar unos buenos ratos guarreriles a la saca,
sino que también va a realizar su viaje personal. Ambos se encuentran
perdidos pero vienen de lugares distintos. January era la chica alegre y
optimista que llegó a crearse mundos casi perfectos para evadirse de la
realidad, mientras que Gus es el cínico que nunca se ha sentido querido y
que no cree en los finales felices. Intercambiarse los géneros literarios
servirá para que ambos asuman que hay otra parte de la vida que es
necesario aceptar para vivir plenamente, ya que ni todo es color de rosa
ni negro como los cataplines de un grillo y de reconciliar ambos puntos de
vista va este viaje vital literario. ¿Está bien? Sí, no te lo niego. Emily
Henry tiene la habilidad de combinar de modo certero lo ligero con lo que
no lo es, soltando miguitas de tensión sexual o de guarrerismo para ir
haciendo el camino más entretenido y ameno. ¿Es lo que yo esperaba leer?
Ya sabéis que cojo cualquier libro con la intención de hacer la croqueta
(en mi mente, de partida, todos son 5 Gandys y ya de ahí voy bajando) pero
aquí hay un trasfondo agridulce que no esperaba y que me ha dejado con
bajuna. ¡Y eso que el maromo es adorafollable! Uno de esos que a primera
vista parece arisco pero que luego resulta ser adorablemente tierno a la
par que guarrindongamente estupendo. ¡Y encima con sentimientos hacia
January más profundos de lo que pensábamos! Los diálogos entre ambos son
estupendos, irónicos, llenos de puyas y de gran fluidez, se ven muy
naturales. Pero ya os digo que, a pesar de ser importante, he visto la
relación entre ambos más bien secundaria. Me ha parecido un libro más
sentimental que romántico ligerito, justo lo que menos me apetecía leer en
ese momento. ¿Me pasa algo raro, doctor, que nada me cuadra? Ay, no sé
pero está claro que Beach Read, siendo un libro que está bien
escrito, con momentos divertidos, un maromazo estupendo y con una trama
más profunda de lo que puede aparentar por su portada, ha sido una lectura
decente pero poco más para mí.
Por todo esto, se lleva en nuestro Gandymetro...
A este escritor traumado le repasaba yo el nab* |