Ocho semanas de proximidad forzosa es demasiado tiempo para odiar a alguien que intentas no amar.Sebastian Stremmel no necesita otro dolor de cabeza. Tiene demasiados por sí mismo sin Sara Shapiro, la nueva y estridente cirujana reconstructiva, que irrumpe en su ala quirúrgica con su alegre y chirriante felicidad. Pero Sebastian no suele obtener lo que quiere. Nadie se mete bajo su piel como Sara, tanto que una acalorada discusión y una sala de observación destrozada hacen que ambos acaben en ocho semanas obligatorias de terapia de resolución de conflictos. Ahora están obligados a pelear de modo justo, lo que rápidamente les lleva a pelear sucio cuando nadie les ve.Saben que es un error.Juran que no volverá a pasar.Aseguran que se lo han sacado de su sistema.No lo han hecho.
Si ya lleváis un tiempo por aquí, sabréis que soy una ñiñiñiñi lectora
(por si no miráis nunca quién escribe cada cosa, la ñiñiñiñi soy yo, la
haggard rubia). Por mi ñiñiñismo lector, si quiero leer un libro y este
pertenece a una serie que tiene cuatro por delante, pues esos cuatro que
me tengo que leer aunque me interesen tanto como depilarme el xirri a base
de tirones con cinta aislante (sorry por la imagen). Algo así me
pasó con esta serie, que yo quería leer este libro y
tenía otro delante, así que con ese me tuve que poner. Y gracias a Dior que solo era uno el que tenía que leer antes, porque
son más de la misma calidad que ese y mando el Kindelito a tomar por el Ohio.
No, claro que no, porque me quitaréis el Kindelito de mis frías manos,
vamos. En fin, que la serie solo tiene un libro antes y menuda castaña
pilonga es, que tiene el honor de ser el primero (y, hasta la fecha,
último) que he abandonado. ¿Me habré perdido maravillas? Ni lo sé ni me
importa porque fue conocer al protagonista de este libro, Sebastian
Stremmel, ver que era un revenido de la vida y dejar ese sufrimiento para
pasar a su libro, donde me prometían un enemigos que se trincan vivos de
tomo y lomo entre Sebastian y Sara Shapiro. Y, oye, te digo que pocas
veces me he encontrado con unos enemigos tan enemigos. Vamos, tan enemigos
que en el trabajo tienen tremenda bronca y los mandan a sesiones de
terapia conjunta porque en una de esas hunden el hospital y no por exceso
de follardismo.
Las paredes, que solo se muevan por traqueteo guarreril |
Resulta que Sebastian y Sara con cirujanos del mismo hospital. Él es
cirujano traumatólogo y ella, cirujana plástica especialista en
reconstrucción. Cada uno es estupendo en lo suyo pero no se soportan. ¿Por
qué? Por nada específico y por todo en general, es lo típico que la mera
presencia de la otra persona ya te saca de quicio. Sebastian no puede
aguantar esa felicidad que Sara desprende (salvo cuando habla con él, que
parece que deja escapar su demonia interior) y Sara, que siempre intenta
contentar a todo el mundo, abre sin quererlo su caja de Pandora interior
cada vez que ve al borde cirujano. Ya os digo, enemistad pura. En un
encontronazo en el hospital, saltan chispas y cristales, así que acaban en
ocho semanas de terapia conjunta, donde lo mismo tienen que ir a hacer
piragüismo que montar un puzle a ciegas.
¿Y al teto cuándo juegan? |
Pues cuando se dan cuenta de que, como no pueden ponerse las manos en el
cuello para estrangularse, mejor ponérselas para ponerse perraquísimos.
Pero sin dejar de odiarse, eh. Si buscas polvos enfurecidos, aquí los
tienes. Si buscas unos enemigos que lo sean de verdad y no porque no se
hayan podido trincar antes, estos dos son para ti. Como esto es novela
romántica, tampoco vamos a descubrir América y no nos vamos a encontrar
giros sorprendentes. Sabes que se odian y en algún momento se amarán,
porque aquí se trinca por el goce guarreril pero el goce y el roce llevan
al amor (lo sé, no rima pero no me queréis por ser Bécquer). Ambos llegan
a su acercamiento con una coraza durísima a través de la que no pasa nadie, lo que hace que uno de ellos empiece
a interesarse y preocuparse por el otro antes y, por tanto, a bajar sus
defensas e intentar que sea el otro el que las baje. Y, sorprendentemente,
el que primero flojea es Sebastian, no Sara. Digo sorprendentemente
porque, por lo general, suele ser él el que es más duro que una pared de
hormigón y ella la que está ahí a salvar al maromo. Aquí, Sebastian tiene
su pasado pero básicamente lo que le pasa es que está hasta el nardo de
todo, que tiene cuarenta y dos años, le duele todo el cuerpo y prefiere quedarse en
casa durmiendo antes que salir de juerga.
Sebastian (y yo) ante la vida |
Pero, más allá de su pasado, ser un revenido y de estar hasta la *olla de
todo; Sebastian vive bien. Sin embargo, no entiende a Sara y pronto se da
cuenta de que a esta le pasa algo (sí, entre odios y folleteos
dirtytalkianos Sebastian tiene suficiente sangre en el cerebro como para
ver que ahí hay gato encerrado). Y, efectivamente, ese comportamiento de querer agradar a todo el mundo esconde unos problemas de autoestima y
salud más grandes que la cola de Sebastian (que ya sabéis que, como buen
maromo de romántica, calza trabucazo). Nuestro maromo se da cuenta de que
Sara tiene más capas que una cebolla y, con paciencia y comprensión, le da
cariño, apoyo y tiempo para que ella decida coger las riendas de su vida e
intentar mejorar tanto física como mental y sentimentalmente.
Y bajerilmente |
Sinceramente, me ha parecido un libro muy entretenido. El odio que estos
se tienen da lugar a momentos bastante divertidos y me ha gustado que, a
pesar del folleteo, se sigan odiando, no que de repente te empiecen a
decir que ya se sentían atraídos y blabla. Bueno, los enemigos que se
trincan vivos son una de mis debilidades y estos enemigos me han entrado
por el ojillo derecho. No es que sea una obra maestra ni mucho menos pero
es un libro solvente que sabe pasar por encima del hecho de que se carga
la tensión sexual a las primeras de cambio para entretenernos de otro
modo, con el desconcierto de Sebastian, con la complejidad de Sara y con
su evolución como pareja. Eso sí, el hecho de que a nivel sexual no tenga
misterio hace que gran parte del libro tampoco tenga tensión, salvo la de
intentar adivinar cuándo Sara se va a lanzar con todo sobre los brazos de
Sebastian.
Ya os digo que no es gran cosa pero sí logra su misión de ser entretenido
y de no hacérsete bola leyéndolo. Tiene momentos divertidos, otros
sentimentales, un maromo que se comporta con la moza de un modo que mi
feminismo le ha aplaudido con el xirri... Eso sí, en el guarrerismo estos
son de decir tits y cosas así, algo que a mí me provoca vergüenza
ajena y risa. Pero más vergüenza me provocó intentar leer el anterior
libro, así que a este le perdono casi todo.
Por todo esto, se lleva en nuestro Gandymetro...