Danza de pasión (Sequels 3), Judith McNaught

Elizabeth Cameron, condesa de Havenhurst, posee una singular gallardía y un fuerte coraje que acompañan a su exquisita belleza. Pero su reputación se verá manchada cuando se la descubre en brazos de Ian Thornton, un conocido apostador y paria social. 

Es un hombre peligrosamente apuesto, de misterioso linaje, y su viaje al corazón de Elizabeth estará plagado de intriga, escándalo y venganza. Destinados el uno para el otro, aunque condicionados por oscuras motivaciones, Ian y Elizabeth se verán enfrascados en una danza de sospechas y pasión que pondrá a prueba la fuerza de sus corazones.

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Este año estoy leyendo poco poquísimo pero para el mes de Judith McNaught en el Reto Rita 5 me di un homenaje (a paso de tortuga) y leí entera la serie Sequels (o Secuelas o Fielding o como la llaméis). La primera la adoro mucho, la segunda me gustó bastante y tenía muchas ganas de llegar a Danza de pasión porque venía con el sello de recomendación de Elsa (que no solo es un pozo de sabiduría LGBTIQA+, sino que ya se ha paseado por toda la romántica clásica en viaje de ida y vuelta). Pero claro, no siempre coincido con ella y, además, vivo con el temor de coger un buen libro de Judith McNaught que acabe abriendo una brecha literaria en mi amor literario por ella, con lo que no dejaba de preguntarme que si, vaya por Dior, sería este libro ese que le gusta a todas las McNaughtizadas menos a mí.

Ya si eso en otro momento

He reposado esta lectura varios días antes de hacer la reseña porque no creo que ayude a la lectora que busque una opinión medianamente objetiva con una entrada llena de corazoncitos, gifs de deshidrataciones xixiles y desmayos varios, pero realmente es justo la reseña que mejor describiría lo que sentí leyéndola. Mucha parte del disfrute que obtengo leyendo no viene solo de la historia sino del modo en el que se nos cuenta y Judith McNaught (junto con Lisa Kleypas, Sandra Brown y tal vez alguna más) tiene un modo de escribir que conecta especialmente conmigo, se me alteran los midiclorianos lectores cuando tengo uno de sus libros entre manos. En Danza de pasión he encontrado todo lo que me gusta de Judith McNaught del mejor modo posible. Son unas enaguas de segundas oportunidades (¡las adoro!) entre unos enemigos que se trincan vivos (¡póngame tres kilos!), con una heroína inteligente y capaz que intenta solucionar sus problemas por sí misma (¡la adoro!) y un maromazo hecho a sí mismo, inteligente, duro por fuera y tiernamente maravillosísimo por dentro (¡me pongo el vestido y te espero en el altar!). ¿¡¿Cómo no me iba a gustar este libro, si está hecho a mi medida?!? Además, desde el mismo inicio me enganchó y ya no me soltó hasta el final del epílogo. Os cuento. Pues resulta que Elizabeth Cameron fue la sensación de la temporada cuando se presentó en sociedad y le cayeron tropecientas proposiciones de matrimonio que no aceptó. Ahora, solita en la vida tras la desaparición de su hermano, su tío necesita endiñársela a alguien, así que el hombre escribe a todos los maromos que pidieron su mano para ver si ahora quieren la mano, el pie y todo lo que hay en medio. Y ella, sin poder tomar decisión alguna, claro (cualquier tiempo pasado fue mejor, ¿verdad? *ironía on*). De todos esos maromos, solo tres contestan de modo afirmativo y a Elizabeth se la llevan los demonios pero, a la vez, le invade la extrañeza viendo que uno de los que ha aceptado, Ian Thorton, fue el responsable de que ella cayera en desgracia y fuese considerada una guarronaca. Claro, que Ian no sabe que ha aceptado que Elizabeth le visite...

Aquí me tenéis, leyendo de modo nada alterado

Cosas del McNaughtismo, que el protagonista propone y un malentendido dispone. Y es que, cuando Ian conoció a Elizabeth, el flechazo le recorrió de cabeza a cola, pero la decepción que sufrió con ella fue tan grande que la mera mención de su nombre hace que le hierva la Scottish sangre que le recorre por las venas, con lo que os podeís imaginar lo que es para él que Elizabeth se presente en su casa (y para mí, que si hago más la croqueta, perforo un agujero y salgo por Australia). Además, no solo estuve croqueta en el planteamiento, sino el resto del libro, fue una lectura que me anuló para el resto de la vida diaria. La relación entre Ian y Elizabeth pasa por todas las fases que podamos imaginar pero, si tuviera que definirla con una palabra, sería apasionada. Este libro destila pasión por sus renglones, no hay momento entre estos dos en el que no salten más chispas que en un festival de bengalas. Como todas las historias de Judith McNaught, no es sencilla, ya que el pasado esconde mucho pisto y el presente de la pareja pasa por más fases que Goku. Hay malentendidos, desconfianza y errores imperdonables por partes de ambos, pero también muchísima pasión y un amor que, si os toca la fibra como a mí, os va a tener toda la lectura con el corazón en el xirri la boca y con ganas de que no termine nunca. Ah, y no hay bodice-rippismo, por si venís escaldadas de otras lecturas aviejunadas de esta mujer. Eso sí, mete a la pareja en un conflicto tan grande que, incluso sabiendo que va a terminar bien, no veía yo cómo iba a ser capaz de darle un final satisfactorio. Pero no hay nada que no pueda solucionar una buena escritora en estado de gracia...

La McNaught escribiendo este libro

Como pareja, Ian y Elizabeth me parecen fabulosos, a la altura de mis adorados Meredith y Matt (incluso en algunos momentos, mejores). Elizabeth sigue el tono de las protagonistas de esta serie, una mujer que parte en desventaja con respecto al maromo y que tiene que apañárselas sola en la vida tirando de inteligencia y recursos. Es una de esas mujeres que encandila a todo el mundo ya que es guapa, dulce, lista e ingeniosa, pero Judith McNaught no hace de ella una Blancanieves insoportable, la hace real, con sus aciertos y sus meteduras de pata. ¡Y qué os voy a decir de Ian! Me ha enamorado. Ese odio que siente hacia Elizabeth (que tú y yo sabemos que es la manifestación de la pasión que siente hacia ella), esa dignidad, esa actitud de me-tocáis-los-cataplines-a-dos-manos, ese amor sin medida que demuestra... Es un maromo McNaught perfecto y su pareja con Elizabeth es de esas que quedan en la memoria de las lectoras. Yo, desde luego, he disfrutado muchísimo de sus momentos juntos, con sus discusiones, sus tira y afloja, sus pasiones contenidas...  También puede ser que estaba entregadísima a la causa desde un principio y así acabas disfrutando hasta del palo del helado 😂. Ninguno de ellos pierde su marcada personalidad pero sí puedes ver cómo su relación la va modificando, puedes ver su evolución. Que puedas sentir reales unos personajes me parece algo maravilloso, y aquí son reales de meter la pata hasta el cuello y poner bien a prueba el amor que se tienen, un amor que también pone a prueba la sociedad llena de falsedades y ganas de malmeter que Judith McNaught nos muestra con un ojo cínico. Por supuesto, para mí el libro está narrado de un modo espléndido. McNaught es una escritora directa y poco dada a la floritura o el dato tonto, lo que hace del libro algo ágil y nada viejuno. Se entretiene en las partes necesarias (siendo alguna de ellas un guarrerismo maravilloso #EsoEsBIEN) y nos da las pinceladas justas para ubicarnos pero sin enterrarnos en datos. Siempre me da la impresión de Judith McNaught trata a sus lectoras como a personas inteligentes que no necesitan tenerlo todo mascadito, algo que yo agradezco muchísimo. 

Como colofón de la trilogía del maromazo cínico por fuera, adorafollable por dentro y la heroína con los ovarios por bandera, Danza de pasión es una lectura redonda, sobre todo si, como yo, eres fan total de Judith McNaught. Es una historia cuyo ritmo no decae, narrada de un modo apasionado y ágil, y con una pareja que me ha enamorado. Directita a mi top de lecturas.

Por todo esto, se lleva en nuestro Gandymetro...

Este maromo escocés me pone entera del revés