1812. Gabrielle se enfrenta a una desgarradora realidad: necesita desesperadamente un trabajo para mantener a sus dos hermanos pequeños o los tres perecerán de hambre en las calles de Londres.Cuando se entera de que el vizconde de Pengwern, Timothy Clifford, busca para sus hijos una institutriz con o sin experiencia, no cabe en sí de gozo, aunque le extraña que un caballero tan reputado no haya contratado a las mejores.Solo cuando llega a Harewood Abbey, la mansión campestre de los Pengwern, y se enfrenta al terrible mal humor del vizconde, comprende que todos los que se le acercan huyen despavoridos ante su falta de modales y de decoro.Lo que empieza siendo el peor de los encontronazos ante un hombre que se ve incapaz de soportar, se va transformando en algo tierno mientras Gabrielle comprende las heridas que han transformado el carácter de Timothy y él descubre la mujer deslumbrante que se esconde tras la institutriz de sus hijos.
(NOTA: no os creáis lo que pone en el último párrafo de la sinopsis, de
ternura nada)
Sí, queridas, he vuelto a caer en una lectura de esta serie tras zamparme
Blackwater, dos de Nuria Llop (uno de ellos reseñado aquí) y Tuya hasta el amanecer. Hay que ver cómo después de leer el de Teresa Medeiros, un libro
como Inevitable se cae por todos lados. Es que no hay
color, por favor. Estamos otra vez ante un enemies to lovers (qué aburrimiento
ya) mal llevado como en las anteriores entregas. De verdad,
para hacer esto hay que saber construir muy bien tanto a los personajes
como el desarrollo de toda la historia. Porque lo que no puede ser es que
no sepamos ni qué edad tiene el protagonista ni en qué momento ni por qué
sienten algo el uno por el otro mientras se odian. Aparece todo de repente
para variar, como siempre pasa en las novelas de esta serie.
Tan mal creo que pocos lo han hecho |
Una cosa voy a decir antes de meterme en faena: venderte estos libros
diciendo (además de lo de los Bridgerton, uf) que
sus protas masculinos son "arrogantes, desalmados y lujuriosos" (sic) y que luego ni
una cosa ni otra, es otra engañifa. Porque el hecho de que el
maromo de esta novela busque gresca con unos campesinos, beba en su casa
(¿pero hay noble palote que no empine el codo?), tenga una amante (lo
mismo digo, ¿hay alguno que no tenga churri o churris?) o le pegue un
puñetazo a otro en su club no me parece a mí que sea para ir vendiéndolo
como el colmo de los depravados.
La actitud disoluta de estos señores es invisible |
En fin, pasemos a la historia. Dice el autor en una nota final que es
su humilde homenaje a Jane Eyre, cosa que he visto yo desde que he empezado con el rollo de la
institutriz y el señor supuestamente atormentado. Al menos sabe que él no
está a la altura del clásico, cosa que le honra, pero podría haber escrito
algo mucho mejor. Hay novelas que toman como referencia la inmortal obra
de Charlotte Brönte y hacen maravillas, como es el caso de
Rebecca de Daphne du Maurier.
Una señora Danvers que quemara todo le daba yo a esta novela |
Hasta ahí (institutriz y amo con pasado traumático) el parecido,
porque la protagonista, Gabrielle Langley, ni tiene una infancia
desgraciada ni pasa por el orfanato que le haría forjar su carácter.
Simplemente se queda huérfana de padre (de madre ya lo era) a los veinte
años con dos medio hermanos pequeños a su cargo y sin un duro, por lo que
tiene que buscarse la vida. Y encuentra la solución en un anuncio para ser
institutriz sin necesidad de referencias. Allá que se planta, pero antes
tiene en el camino un encuentro con un tipo desagradable que, oh,
sorpresaNO, será su amo, Timothy Clifford, Lord Pengwern (apellido más feo
no había seguramente). ¿Os suena?
Vale, esto puede ser muy típico pero bien llevado resultar gracioso. PUES
NO. Gabrielle es una Mary Sue de manual: cae bien a todos, es una
ñoña y le salen las cosas casi siempre bien. Apenas tiene que batallar con
los hijos de Lord Pengwern, unos supuestos salvajes que no saben lo que es
la educación, y nada más llegar ya los tiene en su bolsillo. Ninguna
trastada gorda contra ella de por medio. ¡Ni los Von Trapp son tan moñas!
¡Ni un mísera rana para darle la bienvenida! |
Los diálogos entre Gabrielle y Timothy son un mñé total. Se dicen
de todo pero sin gracia, me parecen unos encontronazos que diría hasta
desagradables. Con Tuya hasta el amanecer llegué a soltar
alguna carcajada ante lo que se decían, verbigracia:
Gabriel: -Aunque no es del todo perfecta -añadió señalando hacia la silla-. Ronca
mientras duerme.
Samantha: -Y a usted se le cae la baba -replicó atreviéndose a tocarle un
instante la esquina de la boca.
Este intercambio de frases me pareció algo fresco, divertido, que dice
mucho de los protagonistas y su relación. Si nos vamos a la fuente de la
que bebe Inevitable, ahí tenemos a Rochester preguntándole a Jane
si cree que es guapo y ella soltando un no sin pensarlo dos veces. ¡O
llamándola bruja! Así sí,
pero aquí no le he visto tira y afloja ingenioso por ningún lado.
Que ella sea una contestona a veces no la hace ingeniosa, y que el le diga
exabruptos no lo hace un tipo atormentado pero con corazón de oro, no sé
si me explico.
Te explicas divinamente, Cassie (Rochester says) |
Él es, por decirlo suave, insoportable (así hubiera yo titulado la
novela: INSOPORTABLE). Se supone que porque su mujer, de la que
estaba muy enamorado (mñé), falleció hacía cinco años (insisto: ¿qué edad
tiene este tío?) y por ello es un amargado que sólo busca pelea, no se
habla con los vecinos y deja a sus hijos hacer gamberradas.
No se profundiza para nada en su psicología, tenemos que asumir que
es así porque no ha superado el luto (no sé qué luto, la sombra de su
mujer fallecida no está por ningún lado). Pero él no lo dice, lo sabemos
porque alguien lo comenta. No vemos el conflicto interior en él por seguir
recordando a su mujer y sentirse atraído por la institutriz. Tampoco
hablan de manera tranquila entre ellos, sólo se pelean o están en tensión,
no se va forjando una amistad que pueda derivar en algo más, no hay
evolución. Lo más gracioso es que para Timothy lo normal es que, cuando
una mujer le importa, le da por pelearse con ella.
De patio de colegio todo.
El amor de Gabrielle tampoco lo entiendo. Imaginad el panorama: lo
conoce por accidente y piensa que es un odioso maleducado. Se ven en la
casa cuando llega, él la trata fatal dándole instrucciones sobre su
cometido y ya nunca se tropiezan más hasta un mes después. Pues ojo cuidao
que ella, con sólo esos dos momentos en los que él es un mierdas y tras
cuatro semanas sin encontrarse con él y sentir alivio por ello (cito
textualmente)
"de vez en cuando, se descubría pensando en él de una manera que
incluso a ella le turbaba". O sea, cruzan dos frases cargadas de un tono insultante y está
enamorada. Porque, atención, casi inmediatamente después de esa frase,
ella oye al amo hablar con una mujer y le escuece el estómago. Celos,
MADRE DEL AMOR HERMOSO.
En mi vida he leído un instalove más absurdo.
¿Queréis conflicto? Pues nos mete a esa mujer, una suerte de
Blanche Ingram que se acuesta con el lord, es perfecta y hermosísima, y,
por otro lado, también al primo de él, Paul Pickford, que si os digo la
verdad, ojalá y hubiera acabado la protagonista con él. Es el mejor
personaje de toda la novela: le gusta Gabrielle desde que la ve, es
educado y considerado con ella, se hace su amigo y encima es guapo. Sería
el trasunto de St. John Rivers, aunque Pickford sí quiere a Gabrielle y no
es un moñas religioso. Pero no, nos tenemos que comer con patatas que se
quede con el tóxico porque toca.
Pero no os creáis que hay algún personaje malvado aquí, salvo el
protagonista, que manda romana que sea el peor de todos. Ni la guapísima
amante ni ningún criado o vecino, NADIE es un villano ni NADIE acaba mal.
Todos felices y comiendo perdices. Da igual lo que haya pasado, todo sale
a pedir de boca para todos: bien casados y colocados.
No cuento más de la trama porque ya os podéis imaginar lo que pasa si
sabéis qué ocurre en Jane Eyre con ella (pasa de pobre a rica por una
carambola). Voy ahora al tema que más me ha fastidiado de esta novela:
la falta de corrección de la escritura. Ya dije que lo de sacar
novelas cada poco puede pasar factura, aunque si tienes a alguien que te
lea antes lo mismo puedes enmendar los errores de bulto (las tramas ya son
harina de otro costal).
Conforme avanza la serie, la edición es peor, no puede ser que
estés leyendo y cada dos por tres te salgas de la lectura por cosas como:
-Repeticiones del adjetivo "buen" hasta la náusea: el buen mayordomo, el
buen hombre, el buen doctor, el buen criado, el buen anciano, el buen...
así todo el rato.
-Gente chasqueando lenguas, bocas y dedos.
Prueba de que no exagero |
-Faltas de ortografía: porque en vez de por que, ato por hato...
-Otras perlas: travesada, despediros (como imperativo), rencontrarse.
-Un capítulo a modo de haiku de tres frases.
No entiendo a este autor, va de mal en peor con esta serie (y quedan dos,
miedo da).
Bajo el Puente de los Vientos me pareció una buena historia (a pesar de las erratas y faltas de
ortografía que podéis ver en mi reseña de GR), reposada, con personajes
que crecen y evolucionan. Pero todo esto me da la sensación de que está
escrito a salto de mata para aprovechar el tirón Bridgerton y sólo echa
más mierda sobre la romántica de época. Hagamos libros ambientados en la
Regencia como si fuera fácil, sin prestar atención a la chicha y a la
construcción de personajes. ¡Tú también puedes hacerlo! ¡Y encima este
libro se inspira en una obra maestra! Con buen pijo bien se jode dicen en
mi tierra, pero éste no es el caso.
Por todo esto, se lleva en nuestro Gandymetro...