Un prometido perfecto (Sterling 2), Samantha James

Orgulloso de su reputación de granuja, Justin Sterling acepta la apuesta de seducir y desflorar a la conocida como la Inalcanzable, la más exquisita debutante de la temporada que ha rechazado ya a múltiples pretendientes.

Sin embargo, lo que él no esperaba es que se tratara de la encantadora Arabella Templeton, la justiciera de su más bochornosa pesadilla de juventud, por lo que el afamado sinvergüenza tendrá que demostrar que sus intenciones son honestas si quiere conseguir el triunfo.

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No sé a vosotras pero a mí, muchas veces, el secundario de una novela me gusta más que el protagonista. ¡Yo no tengo la culpa, su señoría, de que me los hagan tan encantadores o traumados que se me desintegran las bragas cada vez que salen! Y eso fue lo que me pasó leyendo Una prometida perfecta con Justin Sterling, que su mera presencia en la página hacía que me importaran dos pimientos Devon y Sebastian. Pues nada, ya estamos con la novela de Justin, donde le ponen una historia bastante decente y una moza a su lado más decente aún. Y un final...

Aquí me veis, disfrutándolo

Justin Sterling es guapo, guapo y guapo, ¡el rey del Martes Santo! Guapo y un pelín traumado porque nadie crece bajo el constante recordatorio de ser idéntico a la sorra de Camporrial de su madre sin que le quede una pequeña tarita. Pero Justin, en lugar de hacer como Sebastian e intentar ser un dechado de virtudes, decide lanzarse a los brazos de la alargada sombra de su madre y ser un vicioso y un empinador de codo y de miembro viril, todo para alegría del joputa de su padre, que se dedica a recordarle lo despreciable que es. Obviamente, esto deja huella en Justin pero solo lo sabemos él y nosotras, claro. Total, que como es el Don Juan mayor del reino y no hay xirri que se le resista, un amigo le reta a meterse en el bolsillo y en la cama a la Inalcanzable, la muchacha que trae de cabeza a todos los maromos de la sociedad. No es que le haga mucha gracia a Justin pero tampoco es de los que se echa atrás ante una apuesta. así que acepta. Pero cuando la conoce...

¡Cucú!

Va a ser que no. Resulta que la chica es Arabella Templeton, una moza a la que tiene una tirria especial porque se conocieron hace años y le recuerda uno de los peores momentos de su vida. La antipatía es mutua, claro, con lo que ganar la apuesta resulta más difícil aún. Pero Arabella no se comporta con Justin como las damiselas que se lo quieren calzar y la chica, incluso en su lenguaraz discurso, supone un soplo de aire fresco en la vida de Justin, con lo que este se encuentra cada vez más cómodo con ella y más interesado incluso en las cosas que la hacen peculiar y distinta al resto. A Arabella, obviamente, se le caen las bragas con Justin, ni el desdén puede con la alegría xirrinal que el maromo le provoca. Pero no puede ceder ante sus encantos porque si no se nos acaba el libro, así que, en lugar de fornicar, le dan al duelo dialéctico, de lejos lo mejor de la novela.

Nuestros dieces para esos ratitos

Y así se va desarrollando la historia, de modo nada sorprendente, con ellos dos cada vez llevándose mejor, cada vez sintiéndose más atraídos y blablabla, casi un calco de la novela anterior pero mejor. En ese aspecto, Samantha James me ha parecido estupenda, hace entretenida la normalidad. Los momentos en los que solo vemos la progresión de su relación son muy amenos, te incitan a seguir leyendo. Además, ambos evolucionan pero siguen conservando su personalidad, algo que me parece complicado sobre todo en un personaje como Justin, al que es muy fácil hacer blandurrio y que aquí gana profundidad pero sin perder su encanto bajabraguista. Pero, igual que la anterior historia, esta felicidad no se puede mantener eternamente (sobre todo, con la dichosa apuesta de fondo) y, cuando llega el momento de resolver todo, Samantha James prefiere ponerse a ver Netflix y que la novela se la termine un pez. No se puede escribir algo más pueril, apresurado, tonto y simplón y que me perdone el Yisuscraist de los Maromos Palotiles pero, si no llega a ser por mi amor a Justin, le pongo menos nota incluso.

Explícamelo, Samantha, bonita

De verdad, los personajes, estupendos; la relación entre ambos, muy entretenida; la narración, atrapante pero el final...

Un prometido perfecto habría sido casi perfecto ni no hubiera sido por esa parte final. En general, ha sido una lectura muy entretenida donde el maromo domina todo y logra no perder encanto de principio a fin pero que me deja con pocas ganas de seguir leyendo cosas de esta escritora viendo lo mal que remata historias que desarrolla estupendamente. 

Por todo esto, se lleva en nuestro Gandymetro...

De Justino me como hasta el pepino